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LA MASÍA

Construcción de piedra y arcilla del siglo XIX, restaurada por sus propietarios a lo largo de 15 años respetando su carácter original para que los espacios que alberga sigan ofreciendo esa sensación de casa de campo típica del Penedés, ahora preparada para desarrollar el turismo rural.

 

La masía y sus espacios

En su planta baja se encuentran las 7 estancias en las que se ha desarrollado la vida cotidiana de todos los que han vivido en ella. Empezando por la cocina, totalmente equipada y su pantry abierto al exterior, pasando por el recibidor, el comedor y la sala de la chimenea, perfecta para desarrollar tertulias y sesiones para compartir. Atravesando el pórtico de roble se llega a la habitación de lectura y a la sala multiusos de 35 m2 que los huéspedes pueden utilizar para realizar distintas actividades.

 

La planta alta es para las 3 habitaciones y la sala central en las que pueden dormir hasta 9 personas. Además están los 3 baños estratégicamente ubicados que dan servicio a los huéspedes.

UN BOSQUE AJARDINADO

Al salir de la masía se nos presenta el entorno inmediato, que se ha ido convirtiendo en un bosque ajardinado gracias al proyecto que se lleva a cabo y que consiste en contribuir a la mejora de la biodiversidad de esta parcela de alrededor de 1 Ha, mediante la estimulación de la flora autóctona del Penedés, la introducción de especies vegetales desaparecidas y la atracción de las aves.

 

Desde el comienzo de los trabajos de recuperación se han plantado más de 2.000 árboles y arbustos, de unas 70 especies distintas y se han ido identificando con nuestras fichas botánicas, que están instaladas a lo largo del medio kilómetro de caminos diseñados para que el visitante pueda descubrir la naturaleza desde dentro.

 

Observación de aves

Los pájaros han ido descubriendo que han regresado las bayas que les gustan y nos visitan cada vez más. Muchos de ellos se han hecho residentes, quizás porque les hemos construido un laguito de 12.000 litros y les hemos instalado 16 cajas nido por toda la parcela. Dependiendo de la época del año se pueden observar entre 12 y 25 especies de aves.

HISTORIA

En 1937, Pere Grases i González se vio obligado a abandonar su Vilafranca del Penedés natal, debido a la Guerra Civil Española. En Francia lo esperaban su mujer, Asunció Galofré Tomás, embarazada de su segundo hijo, Josep Pau y su hijo mayor, Pere Joan. Unos meses después, la familia Grases Galofré llegó a Venezuela, donde establecieron su residencia como tantos otros catalanes y españoles de la época.

 

Montaspre, un punto de encuentro

Pere Grases no pudo regresar a su tierra sino 20 años después. A su regreso, en el año 1957, compró la masía Montaspre en el cercano pueblo de Sant Miquel d’Olèrdola, con el objetivo de proporcionar un punto de encuentro entre los de Vilafranca y los de Venezuela. Desde entonces la familia sigue reuniéndose aquí, recordando viejas historias y disfrutando del lugar.
Puesta en marcha de las ideas originales

 

Poco después de su adquisición, la familia comenzó a realizar dos tareas de gran valor, direccionadas a frenar los procesos de degradación del terreno y de pérdida de biodiversidad de los alrededores (erosión, poca infiltración del agua de lluvia, alta tasa de insolación y poca viabilidad de implantación de especies arbóreas y arbustivas).

 

La primera, consistió en reforestar la zona con pino carrasco (Pinus halepensis) y la segunda, en recuperar los muros de piedra seca existentes y construir algunos adicionales. Con la plantación de los pinos se conseguía anclar la tierra disminuyendo la erosión pluvial y se lograba protegerla de la alta radiación solar de los veranos. Con los muros se frenaba la velocidad de escorrentía del agua de lluvia y se incrementaba su infiltración en el suelo.

 

Se plantaron unos 1.000 pinos. El sistema de riego era manual, mediante regaderas. De éstos sobrevivieron aproximadamente la mitad y 20 años más tarde ya se podía disfrutar de algunas zonas de sombra en verano, bajo las cuales empezaban a surgir las encinas, enebros, sabinas y robles que se dan espontáneamente en la zona.

 

Los incendios y las nuevas ideas

En la década de los 80 la parcela sufrió el embate de dos incendios que entraron por la zona de la carretera quemando las dos terceras partes de la flora existente, junto con los pinos plantados y los árboles incipientes que se empezaban a establecer.

 

A partir de entonces, han germinado las semillas de los árboles quemados, que ahora se han asentado en la zona afectada. Estos árboles y arbustos están siendo potenciados desde finales de los 90 por los descendientes de los Grases y Galofré, quienes valoran las iniciativas originales y son conscientes de la necesidad de respetar y ayudar al medioambiente a reestablecer los ecosistemas destruidos en el pasado.

 

Así surge este proyecto que tiene por nombre Montaspre y que hoy, 60 años después de la puesta en marcha de las primeras iniciativas, está más vivo que nunca.